lunes, 1 de noviembre de 2010

Si yo no había venido a comprar nada




¿Cuántas veces hemos repetido esta frase? Y cuantas más hemos salido de casa sin la intención de comprarnos nada y hemos vuelto con las manos llenas de bolsas.
Esto se debe al efecto del consumismo. ¿Pero por qué consumimos? Porque nos hacen falta esos productos, porque realmente nos gustan, porque nos quedarían estupendamente con los pantalones marrones de pana ¿o lo hacemos porque algo nos provoca esa actitud?

Esta situación es bastante frecuente, no atiende a edades ni a tipos económicos o sociales. Nos ha pasado a casi todos y es probable que nunca nos hayamos planteado por qué lo hacemos. Simplemente respondemos con lo que creemos que son argumentos racionales como: “no tenía pensado comprármelo pero me he acordado de que tengo una falda negra que nunca sé con que ponerme” (cuando en realidad tienes veinte mil camisas que te valdrían perfectamente) o “es que eran tan baratas que me he comprado cinco camisetas” cuando tienes el armario lleno (aunque tú siempre lo verás vacio) y además ni siquiera te gustan demasiado.
Estos pensamientos no son más que un intento frustrado de desviar lo que es una compra irracional para intentar dotarla de efectos útiles y que parezca un acto racional.
Pero desafortunadamente este disfraz no funciona. Aunque tengo que decir que los compradores no tenemos del todo la culpa de comprar impulsivamente. En estos casos intervienen muchos factores que hacen que desarrollemos esta conducta.



La moda es un negocio con un objetivo económico.

En primer lugar tenemos que tener en cuenta que ante todo la moda es un negocio y como tal tiene como objetivo vender y para vender se vale de diversos recursos como son la publicidad, el marketing o las relaciones públicas. Todo esto produce ciertos efectos en la conducta del cliente. La captación del cliente se reparte de la siguiente manera: el cerebro reparte su percepción en un 55% para la vista, un 18% para el oído, un 22% para el olfato, un 10% para el tacto y un 5% para el gusto. Quiero centrarme en el sentido auditivo ya que tiene especial importancia en las tiendas de ropa y es uno de los recursos que utilizan las marcas para provocar la compra. No es casual que en algunas tiendas la música esté tan alta y más que una tienda parezca una discoteca. Pretenden envolver al cliente en una atmósfera que genere motivación para la compra. La música produce un efecto de aceleración en el cliente provocando un estado de exaltación y favoreciendo la compra compulsiva al ritmo de la música. Ocurre lo mismo con la iluminación crea un clima de compra acelerada. 

La ambientación de los puntos de venta afectan al modo en que compramos.

Por otro lado el sentido de la vista es imprescindible para provocar efectos. Empezando por la disposición de las prendas por colores y colecciones. Cuantas veces has ido dispuesta/o a comprarte un pantalón y como a su lado estaban colocadas todas la prendas que combinaban con él te has traído media colección más. O por precios, los famosos todo a 5.99 euros, una mesa con montones de prendas que no sabes ni lo que son ni si te lo vas a poner alguna vez pero que te da igual porque por ese precio te los llevas por si acaso.


El periodo de rebajas genera muchas ventas pero no solo por los precios bajos.


 Algo muy curioso son también que las aglomeraciones provocan que compremos más, por eso en rebajas casi todo el mundo compra algo, no es solo por el precio.

Las compras forman parte de nuestro ocio.

Por otro lado encontramos los factores que dependen de nosotros como son: el estado de  ánimo, las asociaciones, la búsqueda de recreo o distracción o simplemente salir de la rutina.
Con estado de ánimo me refiero a la frase popular “Estaba deprimida y me fuí de compras” la compra se vincula con una gratificación inmediata por ello en muchos casos la gente intenta paliar este tipo de sentimientos comprando. Los centros comerciales representan uno de los focos más importantes de ocio ¿Qué hay allí? ¡Tiendas! La gente va de compras para distraerse, recrearse y romper sus hábitos o rutinas. Y esto provoca también comportamientos impulsivos en la compra, no hay necesidad pero compran.
Los departamentos de marketing conocen estos comportamientos y actúan para obtener un beneficio de ellos. Aunque creamos que no actuamos a su voluntad.

Quería escribir sobre este tema porque es algo que llevo observando hace tiempo y creo además que es un comportamiento social importante para el desarrollo de la industria de la moda. Su análisis deja al descubierto lo que serían las bases de la moda: siempre hay una intención económica detrás que aprovecha nuestras debilidades para enriquecerse.

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